Algunos autores definen el valor desde la perspectiva Lean como "aquello por lo que el cliente está dispuesto a pagar". Todo aquello que no añade valor para el cliente resulta un desperdicio, o derroche de recursos, y debe ser eliminado de forma sistemática. Los procesos productivos deben reorientarse poniendo el foco en el producto (y no en las tecnologías productivas o los activos) para maximizar su valor para el cliente.
Un ejemplo de lo anterior puede encontrarse en cómo las compañías aéreas de bajo coste han entendido el valor para sus clientes: "trasladarse al lugar al que se desea ir de forma segura y al menor precio posible". En consecuencia han eliminado todo aquello que no añade valor para el cliente (como el obsequio de zumo a bordo) y han diseñado unos procesos muy estandarizados que se ajustan lo máximo posible a la definición de valor.
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